Diccionario Globish (1era. entrega)

Posted on marzo 2, 2008 por

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Loft (Texto:John W. Wilkinson)

Loft  
“Fulano se ha comprado un loft tirado de precio”, espeta un amigo… y nos parece una gran noticia. Pero ¿qué es un loft? Pues es un anglicismo como la copa de un pino. El sustantivo “loft” llegó al inglés a través de las lenguas nórdicas –“lopt”, “lyft”– y el “luft” alemán, que quiere decir “aire” o “cielo”, de ahí la Luftwaff e o Lufthansa. Con el paso del tiempo, su signifi cado se fue acortando hasta sólo designar la parte más alta de una casa, que solía destinarse a desván, o, en todo caso, la buhardilla. Más tarde, sobre todo en EE.UU., loft se refi rió a un amplio espacio sin tabiques de una fábrica o almacén, con ventanales y techos muy altos. A medida que fueron quebrando en los años 60 y 70 las antiguas fábricas de Manhattan, éstas pasaron a manos de artistas o “pijos” con ganas de bajarse al mundo bohemio de la Gran Manzana. ¿Quién no se acuerda del loft de Glenn Close en “Atracción fatal”? En EE.UU. y Canadá se construyen ahora con todo lujo, pero a imitación de aquellos deprimentes espacios industriales, aunque en España un loft suele ser un pisito sin tabiques que desconoce por completo cualquier relación con el aire y el cielo.

You 

Para la revista “Time”, la persona del año de 2006 fue “You”. La mayoría de los medios de comunicación españoles difundió la noticia traduciéndolo por “usted”, salvo unos pocos que optaron por “tú”. Si tenemos en cuenta que desde la transición los políticos vienen tuteando al electorado en sus campañas, ¿es más acertada la segunda opción? El pronombre personal “you”, que en origen signifi caba ustedes, hoy en día equivale a tú, ti, vos, vosotros, vosotras, usted y ustedes. El lento declive del uso de los pronombres informales “thou” (tú) y “thee” (ti) se remonta a la invasión normanda de 1066, y en él infl uyó la predilección de los franceses por el altisonante “vous”. En el siglo XVIII, sólo los cuáqueros seguían empleando el tuteo, como signo de igualdad. Pero cuando éstos prosperaron en Pennsylvania (EE.UU.), mucha gente pensó que usaban un tratamiento anticuado y formal. Quizá ahora nuestros políticos estén haciendo lo mismo, pero al revés.

Freaks

Originalmente, “freak” signifi caba un capricho o antojo, pero a partir del XVIII también se refería a un capricho de la naturaleza, como una vaca con dos cabezas. Un siglo después, incluía a las personas con alguna malformación física que eran exhibidas en los circos. “Freaks” (1932), la película de Tod Browning, capta ese mundo terrible. Después de la Segunda Guerra Mundial, “freak” había devenido sinónimo de “drogata”. Pero su momento de gloria llegó en los años 60 con los hippies, el LSD y el cómic “Fabulous furry freak brothers” (1968), de Gilbert Shelton, que lo dejaron a un paso de designar a cualquier persona extravagante. En los últimos tiempos, unos cuantos frikis han encontrado en la televisión de madrugada un potente caldo de cultivo.

Bullying

Todo el mundo puede relatar con pelos y señales alguna vejación sufrida durante sus años de formación escolar. Sin embargo, nadie admite haber ejercido de matón. El acoso escolar es algo que se viene padeciendo –y ejerciendo– desde tiempos inmemorables. Al menos era así hasta que fue rebautizado como “bullying”. A partir de entonces no paramos de leer escalofriantes relatos de chicos o chicas que lo han sufrido en sus propias carnes. La voz “bully” llegó al inglés del alemán. Curiosamente, “buhle” en el idioma de Goethe quería decir “querido” o “amante”, como asimismo en inglés hasta el siglo XVI. Mas a principios del XVIII su signifi – cado se había transformado en el que le damos hoy. En EE.UU. también puede signifi car “excelente”, y subsiste la expresión “bully for you!”, algo así como “¡Bravo!”. Por desgracia, es improbable que desaparezca del todo el acoso escolar. Aun así, queda por ver si perdurará en español el innecesario anglicismo “bullying”.

Hooligan

En el reciente encuentro futbolístico entre Catania y Palermo, los gases lacrimógenos lanzados por algunos hinchas ocultaron el campo de la vista de los espectadores. Fuera del estadio, murió un policía. La prensa atribuyó los hechos a los “hooligans”. Esta palabra aparece por primera vez en un informe policial escrito poco antes de la muerte de la reina Victoria. Aunque de origen incierto, quedaba claro que el autor se refería a los individuos violentos que sembraban el pánico en las brumosas calles londinenses. Seguramente el vocablo llenó un hueco en el idioma, ya que su aceptación fue inmediata. Desde los años 60 del siglo pasado se asoció a los violentos hinchas de fútbol ingleses, cuyos actos alcanzaron su triste apogeo cuatro lustros después. Ojalá lo ocurrido en Sicilia sea el último coletazo de una monstruosa especie en vías de extinción.

Yes

¿Existe una sola persona mayor de cinco años que no sepa que este monosílabo signifi ca “sí”? Ya se aprende en la primera lección del primer curso de inglés. Sin embargo, uno recuerda la letra de aquella canción de los Beatles –“She loves you, yeah, yeah, yeah…”– y se pregunta si ese “yeah” no será una variante de “yes”. La respuesta es afi rmativa. Pero el asunto no acaba aquí: prestas atención a una peli americana en versión original, y no paran de decir “yep” y “nope” (sí y no). Es más, en el Senado de Estados Unidos los votos se cuentan por “yeas” y “nays”. ¿Hay más variantes? Claro que sí. ¿Qué tal “aye”, “yah”, “yup”, “ya” o “ye”? Aunque, eso sí, en los formularios y en los momentos álgidos del cine con muchas equis sigue vigente el viejo amigo “yes”.

Hub

El hablante de globish hará bien en colocar este vocablo en un lugar destacado de su acervo lingüístico: no pasa día sin que aparezca en los medios de comunicación españoles. Las más de las veces, se explica entre paréntesis que un hub es un aeropuerto transoceánico o un centro de conexión de vuelos internacionales. Que se pueda decir tanto con sólo tres letras augura a esta voz una cálida aceptación popular. En inglés, “hub” es el cubo de la rueda y, por extensión, un centro o eje de actividad, interés o importancia; sobre todo, desde que en 1858 el médico y poeta Oliver Wendell Holmes escribió: “El Ayuntamiento de Boston es el ‘hub’ del sistema solar”. Quizás el caballero se equivocó, o quizá el lugar se ha desplazado, ya que, un siglo después, Salvador Dalí lo situó nada menos que en la estación de ferrocarriles de Perpiñán. Ahora anda entre aviones.

Spin

He aquí un palabra que tiene tela. Literalmente. Ya que desde antiguo quiere decir “hilar”, y lo que se hilaba era “yarn” (hilo). Con el tiempo, “spin a yarn” llegó a signifi car contar un cuento increíble, como “El corazón de las tinieblas”, de Conrad. Pero “spin” también signifi ca girar, que es lo que hace la Tierra o una peonza; amén de hacer girar, que es el efecto que el lanzador de críquet procura dar a la bola para que, al botar ésta contra el suelo, salga desviada a fi n de engañar al bateador. Hace medio siglo se acuñó la voz “spin-off ”, en referencia a un subproducto o derivado que resultara rentable por su cuenta. Ahora también se refi ere a una obra audiovisual desarrollada a partir de ciertos personajes de una obra preexistente. La década de 1980 vio el nacimiento de los “spin doctor”, jefes de prensa de los partidos políticos que se afanaban en presentar los acontecimientos con un sesgo siempre favorable o ventajoso. O sea, tela.

Shrink

Antes de comprar unos vaqueros conviene comprobar que la etiqueta garantice que sean “shrink-proof” o “shrink-resistant”, puesto que “shrink” signifi ca encoger(se). Este verbo también expresa la idea mermar o disminuir, que es lo que hacían los jíbaros con las cabezas de sus enemigos. Si saltamos de estos “headshrinkers” de la selva amazónica a los Estados Unidos de hace 50 años, vemos que de repente se puso de moda utilizar el mismo término al referirse al psiquiatra o psicoanalista, pues tanto los unos como los otros intentan reducir el tamaño de la cabeza, sea por dentro o por fuera. Se empleó con este signifi cado en “Rebelde sin causa” (1955). Pero ya reducido sólo a “shrink”, llegó su hora de gloria con los fi lmes de Woody Allen. En el caso de que se encontrasen un jíbaro y un loquero (“shrink”), ¿se pondrían de acuerdo?

Bollywood

El cine Maldà de Barcelona ofrece películas de Bollywood en versión original, principalmente en hindi, lengua descendiente del sánscrito pero repleta de préstamos del persa y el árabe. Aunque parezca un exotismo, hace tiempo que el español se ha apropiado de palabras de este idioma, la mayor parte a través del inglés. Imaginemos un residente de Castelldefels que vive en un bungaló (del hindi “bangla”, bengalí). Se levanta, se quita el pijama (del hindi “paeyama”, pantalón bombacho) y se lava el pelo con champú (del hindi “champna”, sobar). Luego se entrega a una sesión de yoga (del sánscito “yoga”, unión, esfuerzo) y llama a unos amigos para echar una partidita de parchís (del hindi “parcisi”, veinticinco). Aquella noche ven una peli de Bollywood en el Maldà. En hindi, claro.

Boycott

Treinta años después de que Irlanda sufriera por la Gran Hambruna de 1845-1849, el país no levantaba cabeza. Pese a ello, los terratenientes ingleses no reducían las rentas que exigían a los campesinos irlandeses que cultivaban “sus” tierras. A Charles Boycott, apoderado de un conde inglés, no le tembló la mano a la hora de desalojar a los inquilinos morosos. Charles Stewart Parnell, presidente de la Irish Land League, exhortó a sus compatriotas en 1880 a cesar todo trato con Boycott, dejándole así sin sirvientes, braceros, proveedores, correo… El ardid de Parnell surtió el efecto deseado, y la prensa inglesa no tardó en convertir el apellido del infame apoderado en un sustantivo e incluso un verbo. Pronto también halló aceptación en otras muchas lenguas, incluyendo la española (boicot).

Caddie

Según cuentan en el Royal and Ancient Golf Club de St. Andrews, Escocia, que es el más antiguo del mundo (hace poco celebró su 250.º aniversario), el golf fue inventado en sus inmediaciones en la edad media. Dado el perenne verdor del paisaje, no es de extrañar. Lo que cuesta creer es que su práctica se haya implantado con tanto éxito en un país de secano como es España. Como muchos otros deportes, el golf posee un vocabulario especializado que no es siempre traducible. El DRAE dice que un cadi (del inglés “caddie”) es un “muchacho que lleva los palos de los jugadores de golf”. Pero este extranjerismo puede dar pie a malentendidos. Llevaba María Jiménez en un campeonato los palos de su entonces marido, Pepe Sancho. “¡Hombre, María, tú de cadi!”, le espetó un periodista. “¡Qué va! –contestó la cantante–. Yo soy de Sevilla.”

Gag

No sale en los diccionarios, pero todo el mundo sabe lo que es un “gag”. Sólo hace falta encender la radio o la televisión para encontrar un imitador parodiando a un político, deportista o famosillo. A veces, incluso hacen gracia. También puede tratarse de una simple burla o chanza sin trascendencia alguna. Teniendo en cuenta las muchas maneras de expresar la idea de “gag” en español, tanto más innecesario resulta este anglicismo. En su origen, el signifi cado de “gag” es “mordaza”. No ha sido hasta los últimos tiempos que se ha utilizado para referirse a la interpelación humorística de un actor, y de ahí el “gag” moderno. De tanto abusar de los “gags” –burlas, parodias, chanzas– en los medios de comunicación, corremos el riesgo de que este vocablo tomado prestado acabe recuperando su prístino signifi – cado.

Zip (code)

El primer utensilio que se deslizaba entre dientes que cerraban entre sí data de 1893. Pero el invento no cobró nombre ni efi – cacia –las primeras cremalleras tendían a atascarse o abrirse por el medio– hasta 1925. Según la leyenda, un alto ejecutivo de la empresa B.F. Goodrich, al probar la cremallera de un nuevo modelo de bota, exclamó: “Zip ‘er up!”, echando mano del neologismo onomatopéyico “zip”, que signifi – caba (y signifi ca) zumbar como una bala. Acababa de bautizar la cremallera como “zip” o “zipper”. Cuarenta años más tarde, el correo norteamericano bautizó el nuevo sistema de códigos postales con el nombre ZIP, siglas de Zone Improvement Plan, seguramente con un ojo puesto en la feliz exclamación de aquel ejecutivo.

Andancio

A petición de la reciente iniciativa “Apadrina una palabra en vías de extinción”, el presidente Rodríguez Zapatero optó por “andancio”, un término de su León natal que se refi ere a “una enfermedad epidémica leve”. Para que no caiga en el olvido esta hermosa palabra sólo hay que aguardar la oportunidad para emplearla con naturalidad en una conversación. Los escolares británicos aprendieron durante mucho tiempo que la palabra más larga de su lengua era “antidisestablishmentarianism”, un movimiento político pro separación de la Iglesia y el Estado. Y pese a sus 28 letras, no cuesta guardarla enterita en la memoria. Otra cosa es saber cuándo utilizarla. Seguro que el aplicado hablante del globish sabrá obrar el milagro.

Pole

Mientras que los polos –“poles”, en inglés, cuyo origen se halla en el griego “polos” “eje”– se derriten, en F1 y MotoGP no es infrecuente que Fernando Alonso y varios pilotos españoles salgan de la “pole position”, esto es, el primer puesto. En este caso, “pole” deriva del latín “palus”, que signifi ca “pértiga” o “poste”, como los que delimitan el interior del circuito. En Cambridge, durante la II Guerra Mundial, unos pilotos polacos de la RAF decidieron dar un paseo por el río en barca. En el embarcadero, un letrero decía “no poles”. Puesto que “pole” también signifi ca “polaco”, los aviadores, ofendidos, acudieron a comisaría para formular una queja. Ahí les informaron de que, a causa del racionamiento, no había pértigas (“poles”) para impulsar las barcas.

Goal Average

El “football” llegó a España hace poco más de un siglo con un abultado bagaje de palabras inglesas que los jugadores e hinchas no tardaron en adaptar. Así, “football” se hizo fútbol o balompié; “off side” se convirtió en fuera de juego, y “corner”, en córner o saque de esquina. Incluso “goal” (meta), esa palabra mágica, acabó en gol, y de ahí golear y goleador. Durante algún tiempo el pobre balón respondía al nombre de esférico, y últimamente un simple pase ha devenido una “asistencia”. Por fortuna, estas cursilerías suelen ser efímeras. Pero “goal average” ha conservado su prístina forma anglosajona. Y no deja de ser curioso puesto que este año precisamente el “goal average” puede decidir el ganador de la Liga. Quizá ya toca españolizarlo.

Spam

Ya se sabe: del cerdo no se tira nada. Eso debía de creer la empresa norteamericana Hormel Foods cuando sacó en el año 1937 un horrible engrudo de “jamón” enlatado bautizado como Shoulder Pork and Ham, nombre que no tardó en contraerse en “spam”. Durante el racionamiento que padecieron los británicos a lo largo de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, millones de personas se vieron obligadas a alimentarse con ese nauseabundo producto cárnico. Y cuando los prósperos años sesenta parecían a punto de relegarlo al olvido, un hilarante “sketch” de los Monty Python puso la palabra –que no el producto– de moda. Cuando aparecieron en 1978 los primeros mensajes no solicitados en internet, enseguida fueron conocidos como “spam”. Y su futuro parece garantizado. Por desgracia.

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